Volar nunca ha sido tan placentero para aquellos que pueden darse la gran vida.
Mientras que la mayoría de los viajeros se pasan horas sin un refrigerio ni suficiente espacio para estirar las piernas, la vida en la primera clase no conoce de incomodidades. Siempre ha sido un lugar especial en el otro lado de la cortina, y ahora más que nunca.
Las aerolíneas estadounidenses, nuevamente lucrativas después de una década desastrosa, se están gastando casi 2,000 millones de dólares para ofrecer comodidades a sus clientes que más pagan.
En las rutas internacionales más lucrativas, quienes vuelan en primera clase están siendo atendidos con champán antes del vuelo, pantallas planas de televisión y asientos que se convierten en camas. Los asistentes de vuelo los saludan por su nombre, cuelgan sus chaquetas y les sirven la comida en vajilla.
La espléndida atención tiene la intención de mantener felices a personas como Tim Carlson, director ejecutivo de una compañía de materiales semiconductores que ha hecho 189 viajes en avión en los últimos dos años, recorriendo 568,355 kilómetros (353,176 millas) en United y sus aerolíneas asociadas.
Después de los pilotos, Carlson podría ser la persona más importante en el avión. United hará todo lo posible para asegurarse que otra línea aérea no se lo robe como cliente. Los agentes le llaman para informarle sobre demoras y le asignan otras rutas para que no pierda sus reuniones.
"Subo al inicio de la lista para el siguiente vuelo", comenta Carlson.
En un viaje reciente de Newark, Nueva Jersey, a Bruselas, un empleado de la aerolínea se encontró con él con un pase de abordar y lo acompañó al frente de la fila para revisión de seguridad. Cuatro minutos después de haber sido llevado personalmente, pasó el punto de revisión.
Se trata de un negocio implacable. Para ahorrarse cinco dólares, es probable que los pasajeros escojan otra aerolínea.
Así que, no es una sorpresa que las aerolíneas quieran recompensar a los clientes más leales y aquellos dispuestos a pagar más por mejores servicios.
Los pasajeros de primera clase y de clase preferente representan sólo 8% de los viajeros internacionales, pero generan el 27% de los ingresos, según la Asociación Internacional de Transportación Aérea. Mientras que un boleto de ida y vuelta de clase económica entre Chicago y Beijing podría costar 1,000 dólares, en clase preferente cuesta 4,000 y en primera clase 12,000 dólares.
"Hay una guerra por el pasajero lucrativo", dice Henry H. Harteveldt, cofundador de la agencia de viajes Atmosphere Research Group.
Las aerolíneas se están enfocando en tres áreas:
- Proporcionar a los pasajeros una noche completa de sueño. Delta, United y US Airways están instalando asientos en clase premium internacional que se convierten en camas planas. American no está realizando esa inversión, pero está agregando un servicio especial en algunas rutas: a la hora de dormir, se entrega a los pasajeros pijamas y pantuflas mientras los asistentes de vuelo colocan al asiento una cubierta acolchada, un edredón y una almohada.
- Estimular las papilas gustativas. A la hora de la comida, US Airways sirve en la clase preferente internacional pescado dorado (también conocido como mahi-mahi o llampuga) con salsa de hierbas, arroz de jazmín, zanahorias pequeñas y espárragos a la parrilla. American sirve copas de helado Ben & Jerry y en cada asiento se entrega dulce de turrón caliente, sirope de caramelo, nueces y crema batida.
- Proporcionar escape al caos de terminales de aeropuerto. La nueva sala de espera de Delta en Seattle tiene ventanales del piso al techo con vistas al Monte Rainier.
"Ahora se están dando cuenta que necesitan ofrecer un producto competitivo para atraer a los pasajeros con más dólares", dijo Gary Leff, cofundador del sitio de viajes frecuentes MilePoint.
En las aerolíneas extranjeras, la buena vida es aún mejor.
Los pasajeros de primera clase de Emirates Airlines se pueden bañar en ducha en su jet Airbus A380, y las suites tienen minibar. Lufthansa tiene una terminal aparte en Francfort para sus pasajeros de primera clase, pero no es una inconveniencia: los pasajeros tienen funcionarios de inmigración dedicados a ellos y son transportados a su avión en un auto Mercedes-Benz Clase S o un Porsche Cayenne.
Singapore Airlines enseña a sus asistentes a caminar sin despertar a los pasajeros. Y en la sala de espera de Virgin Atlantic en Londres, los pasajeros pueden jugar billar, recibir un masaje o relajarse en la sauna.
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