La trombosis venosa profunda, más conocida como síndrome de la clase turista, está aumentando. El motivo es el incremento de los viajes en avión, sobre todo en puentes o periodos de vacaciones, como la Navidad, y al hecho de que cada vez más este medio es utilizado por personas de mayor edad, advierte el cirujano vascular del Hospital UPS Santa Teresa, Alejandro Moro.
Según ha explicado a Europa Press el doctor Moro, el síndrome de la clase turista, bautizado así por el llamativo caso que se dio en un paciente tras un viaje prolongado en avión, es la propensión a sufrir una enfermedad vascular tras realizar un viaje de más de cuatro horas, en avión, en coche o en autobús. Los factores que lo originan son la inmovilidad prolongada, que eleva el riesgo de que la sangre se estanque; el hacinamiento; la deshidratación, ya que al sudar la sangre se coagula con más facilidad, y los cambios en la presión atmosférica.
Se calcula que uno de cada seis mil viajeros sanos puede sufrir este síndrome. También son propensos a ello, el 3% de los viajeros de riesgo, entre quienes están los que tienen problemas de obesidad, las embarazadas, las personas que miden más de 1,90 metros o menos de 1,60; las mujeres que toman anticonceptivos orales; quienes presentan varices o alteraciones en la coagulación y quienes sufren cáncer, entre otros.
La dificultad de este síndrome, que tiene fácil tratamiento, radica en su diagnóstico, ya que no siempre se presenta al término del viaje, sino que aparece días después y el paciente puede no relacionarlo con el viaje o confundirlo con un simple hormigueo.
Estas trombosis se pueden manifestar en coágulos en las piernas de distinto tamaño. Si son pequeños, se disuelven y el paciente puede superarlos sin darse cuenta. En cambio, "si son grandes, se plasman con hinchazón y dolor de pantorrilla y la pierna está caliente y azulada", indica el doctor.
En los casos más graves, con resultados fatales, el coágulo que comprime la vena se desprende, pudiendo llegar al corazón y pulmón, derivando en una embolia pulmonar. Los síntomas son fatiga y dolor torácico. Este problema puede darse en entre un 1% y 5% de las situaciones. Para evitarlo es clave la prevención.
Se puede lograr con medidas sencillas, como detenerse cada dos horas, si se viaja por carretera; hacer ejercicios con las piernas, como subir las rodillas con la espalda apoyada en el respaldo, o realizar inspiraciones profundas, que acelera la circulación, el caso del avión. También es útil beber agua con regularidad, porque desespesa la sangre, y evitar dormir durante estos viajes largos, ya que una postura incómoda ayudaría a la aparición del síndrome.
Por ello, se desaconseja tomar sedantes o alcohol y llevar ropa o zapatos ajustados. Si éste es el caso, el experto propone descalzarse. Para la población de riesgo, lo más adecuado es utilizar medias de compresión y medicarse con heparina, antes y después del viaje.
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