Fuente: El Pais.
REPORTAJE: VUELOS DE BAJO COSTE
Michael O'Leary, el hombre que ha hecho posible el éxito de la aerolínea irlandesa, se pelea hasta por el último céntimo, también contra las multas de las autoridades españolas, y juega a escandalizar
Madrid-Ancona por 9,99 euros, reza el anuncio. La pulsión de viajar se vuelve irresistible ante ofertas como esta. Aunque no se le haya perdido a uno nada en la ciudad italiana, es difícil resistirse. Además, ¿qué se puede comprar por 9,99 euros? Con reclamos así, las aerolíneas de bajo coste han logrado copar el mercado. Trasladan ya a casi 6 de cada 10 pasajeros internacionales que llegan a España, según el Instituto de Estudios Turísticos. Un éxito del que Ryanair se lleva la parte del león. Controvertida, criticada por su estilo agresivo, la aerolínea irlandesa se ha convertido, gracias a sus imbatibles precios, en la más exitosa de su categoría en Europa. El último año transportó a más de 73 millones de pasajeros. En plena crisis, con la mayoría de los competidores en pérdidas, acaba de anunciar beneficios de 401 millones de euros en el último ejercicio fiscal.
Un éxito irlandés con un artífice indiscutible, Michael O'Leary, un ejecutivo de 50 años, que vive en una granja cerca de Dublín con su mujer y sus cuatro hijos, no coge vacaciones y acude a diario a su trabajo en su Mercedes con licencia de taxi para poder circular por el carril bus.
O'Leary aplicó en 1990 el modelo de la estadounidense Southwest Airlines, la primera aerolínea de bajo coste, creada en los años setenta: precios reducidos y costes de funcionamiento bajos, gracias a prescindir de todo lo superfluo. Y a volar a aeropuertos regionales. Por ejemplo, al de Charleroi, en Bruselas, o al de Beauvais, en París. Implacable en las negociaciones, es directo y cordial en el trato y capaz de contestar a las preguntas de EL PAÍS en el plazo acordado. ¿Cómo evalúa su aportación a la compañía? "Teniendo en cuenta que Ryanair tiene 7.500 empleados que trabajan duramente, mi contribución a este éxito es bastante pequeña", responde por correo electrónico.
Y es que O'Leary, que creció en un suburbio de Dublín, uno de los seis hijos de un granjero acomodado, está acostumbrado a compartir. Estudió en el Clongowes Wood Collage, el internado jesuita más famoso de Irlanda, descrito por James Joyce en Retrato del artista adolescente. Una enseñanza severa. O'Leary ha reconocido que recibió algún que otro tortazo, pero que no le traumatizó en absoluto. Pasó luego al no menos prestigioso Trinity College de Dublín.
En 1988, cuando trabajaba para la consultora financiera KPMG, fue descubierto por Tony Ryan, que le contrató para reflotar la compañía aérea familiar creada tres años antes. Su ascenso en Ryanair fue meteórico. En 1997 era ya el consejero delegado y la figura fundamental en una compañía cuyo éxito, según ha explicado él mismo, se ha basado siempre en la agilidad para aplicar ideas exitosas y para enterrar a toda prisa las que no funcionan. O'Leary vive por y para Ryanair, donde recibe, según ha publicado la prensa irlandesa, un salario de 750.000 euros al año. En 2010, el primero en el que la aerolínea repartió dividendos, se embolsó 18,5 millones de euros. Con razón es uno de los hombres más ricos de Irlanda, con una fortuna personal de unos 500 millones de euros. Pero él no trabaja por dinero. Al menos eso dice. Lo que le apasiona es apretarle un poco más las tuercas al negocio cada día. Hacer de Ryanair la más poderosa y rica aerolínea de Europa.
O'Leary ha impuesto su estilo. "El avión no es más que un autobús con alas", suele decir. Y ha hecho lo posible para que la afirmación sea cierta. Suprimió comidas y bebidas gratis, cobró por maleta facturada, y la mayoría de las aerolíneas siguieron su ejemplo. Los precios son bajos, pero cualquier extra es penalizado contundentemente. Un pasajero español que se presentó en el aeropuerto sin tarjeta de embarque impresa en casa tuvo que pagar 40 euros. Un minusválido británico que pidió una silla de ruedas para poder embarcar tuvo que costear el servicio -más de 20 euros- de su bolsillo.
Así es Ryanair. Una maquinaria ajustada al milímetro para dar beneficios pese a sus precios bajos. Con esta política y las ventas a bordo, la compañía ha crecido como la espuma en los últimos años. En 2008 transportó 58,5 millones de pasajeros; en 2010 superó los 73 millones. ¿Cuál es el techo de Ryanair? "No veo límites a la expansión de nuestros servicios de bajo coste", responde O'Leary. "Precisamente porque Ryanair es rentable, esperamos seguir creciendo hasta los 100 millones de pasajeros anuales en los próximos años". Y deja claro además que no teme a la competencia. "No creo que ninguna otra compañía de las llamadas de bajo coste (que en realidad no lo son) pueda sobrevivir, porque la mayoría pierden dinero y no pueden competir con nuestros precios y nuestro servicio al pasajero". Su obsesión son los vuelos baratos, puntuales, seguros y sin pérdidas de equipaje. Lo demás es superfluo.
El alza del petróleo, sin embargo, obligará a Ryanair a dejar en tierra 80 aviones este invierno y a subir los precios un 12% de media. Así evitará entrar en números rojos. A medio plazo, O'Leary confía en la remontada, gracias también a su inventiva y su capacidad para sorprender, escandalizar y hacer subir las ventas.
Todos los años se le ocurre algo que se convierte de inmediato en noticia. En 2009 anunció, con el consiguiente escándalo, que cobraría por el uso de los lavabos en sus aviones. Luego explicó que solo pensaba en suprimir dos de ellos, para colocar en su lugar seis asientos más. En 2010 se descolgó con la idea de prescindir de uno de los dos pilotos de las cabinas de sus Boeing 737-800. Una pretensión imposible por el momento, tal y como él mismo admitió a The Irish Times.
Hace poco se lanzó en picado contra las autoridades españolas que le han multado con 1,2 millones de euros por vulnerar la legalidad o los derechos de los pasajeros. En enero envío una carta incendiaria, escrita en inglés, al ministro de Industria y Turismo, en la que le cantaba las cuarenta por tal osadía. Además le amenazaba con retirar sus aviones de los aeropuertos españoles, con lo que esto representaría en términos de pérdida de visitantes para la industria turística y de puestos de trabajo en las terminales. "Las multas que se le han impuesto no son todavía firmes. La compañía tiene tres meses para presentar sus alegaciones contra ellas", explica un portavoz de Fomento, uno de cuyos organismos, la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), ha sido el principal instrumento sancionador, con 30 de las 65 multas impuestas a Ryanair por un total de 911.700 euros. "La mayoría por incumplir la legislación española respecto a la identificación que se exige a los pasajeros en algunas de las rutas o por no aplicar las reducciones en el precio de los billetes a pasajeros de Baleares o Canarias", explica el mismo portavoz.
En algunas ocasiones, Ryanair no acepta carnés de identidad, quiere que la gente presente un pasaporte. "¿Por qué tenemos que acoplarnos a la ley española cuando somos una compañía irlandesa y seguimos los protocolos irlandeses?", responde O'Leary, para matizar después, en un nuevo correo, que la compañía pide a sus pasajeros el carné de identidad como todas las demás aerolíneas.
No es la primera vez que Ryanair sufre sanciones. El año pasado fue multada con dos millones de euros en Italia. "Ryanair no pone objeciones a que se le multe o a pagar las multas cuando de verdad las merecemos, pero la conducta de las autoridades españolas que dan por culpable a la compañía sin darnos la oportunidad de probar nuestra inocencia es contraria a las leyes españolas y europeas", se queja O'Leary.
Lo cierto es que España se ha convertido en uno de los destinos más rentables para Ryanair, que transportará este año a 33 millones de viajeros a este país. Y eso añade fuerza a sus argumentos y le permite ganar casi todos los contenciosos con las autoridades españolas. La aerolínea es importante, y ninguna ciudad ni autonomía ve con indiferencia que les deje fuera de sus rutas. "Somos la compañía preferida de España", presume O'Leary, "y de Europa". Lo cual no quiere decir que sus pasajeros estén todos contentos con ella.
En un reciente sondeo realizado en Internet entre 10.000 viajeros (2.000 de ellos españoles) por Tripadviser, filial del gigante americano del turismo Expedia, Ryanair no salía bien parada. Un 32% de los españoles la consideraban la peor compañía aérea, un porcentaje que llegaba al 46% entre los británicos. Una de las razones de esta opinión es el bombardeo continuo que se sufre a bordo de sus aviones. "Es como si te hubieran hecho prisionero. No hay un minuto de tranquilidad. Hay sorteos de lotería rasca y gana, ruido constante", dice un pasajero. Pese a ello, Ryanair triunfa porque el precio del billete es lo fundamental para el 83% de los españoles que respondieron al sondeo.
Por eso las autoridades autonómicas y las centrales procuran atender sus demandas. O'Leary maneja con extraordinaria habilidad sus argumentos. Y regatea hasta el último céntimo. Se presenta en los despachos vestido con vaqueros, camisa y zapatillas deportivas, y expone sus condiciones en inglés. En el Ministerio de Fomento tuvieron que darle un ultimátum: o venía con intérprete o no se le recibía. Al final, casi siempre se lleva el gato al agua. Según datos de Facua-Consumidores en Acción, ha conseguido "más de 100 millones de euros en los últimos ocho años" en subvenciones. ¿Tiene algún sentido ofrecer viajes baratos a costa de los impuestos del ciudadano?
"La gente no consigue vuelos baratos con Ryanair gracias al dinero de los contribuyentes, sino gracias a los costes bajos de base de la compañía", replica. "La mayor parte del dinero de los contribuyentes en España va a apoyar a Iberia, Spanair y otras compañías españolas de precios altos y en pérdidas". O'Leary dispara con bala contra los competidores y contra las autoridades aeroportuarias por igual, y defiende la liberalización de los cielos por encima de todo. "Las regulaciones no han funcionado en ninguna industria. La razón de que las compañías aéreas europeas estén permanentemente en pérdidas se debe a las continuas regulaciones, al control gubernamental y a las interferencias burocráticas", dice, quizá olvidando los mecanismos que desencadenaron la última crisis financiera.
Una de sus bestias negras es AENA (la autoridad que gestiona los aeropuertos españoles); "si se la suprimiera y se autorizara a los aeropuertos españoles a competir entre ellos, caerían significativamente las tasas aeroportuarias, con el consiguiente aumento del tráfico aéreo, del turismo y de los puestos de trabajo", añade. Lo mismo es aplicable a toda autoridad aeroportuaria europea.
Tasas e impuestos le enervan, porque vive obsesionado con reducir los costes. "Me paso el día con el calendario de cabina de Ryanair, mirando costes y precios, seguridad y eficiencia, y pensando cómo hacer más ruido y aumentar las ventas", declaró a The Sunday Times en julio de 2010. Dentro de ese hacer ruido se incluyen desde las campañas publicitarias polémicas, como la que hizo utilizando a la Reina de España, hasta las descalificaciones sin más. Le encanta criticar a los sindicatos (la plantilla de Ryanair no está afiliada a ninguno) y dar la nota. En 2010, el fundador de EasyJet, Stelios Ají-Ioannou, le ganó una querella por representarle con nariz de Pinocho, acusándole de mentir en los datos publicados por la compañía. O'Leary no pareció afectado. "Me pasa casi todos los años", dijo después a un periodista, antes de encerrarse en su despacho, en el aeropuerto de Dublín, para seguir pensando en "cómo hacer más ruido y aumentar las ventas".
No hay comentarios:
Publicar un comentario