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Los hangares del aeródromo de El Prat donde en 1930 se cobijaban los aviones de hélice, el antiguo puerto de Barcelona captado desde el monumento a Colón por la cámara de Antoni Esplugues en 1888 -el mismo año en que retrató subido en un globo el recinto de la Exposición Universal-, los carruajes en plena Via Laietana, las barracas de Somorrostro desplomándose como casitas de papel sobre la arena, el desaparecido velódromo de Sants, los descampados que envolvían a la plaza de toros Monumental, los bombardeos de la guerra civil, la Diagonal abarrotada por el Congreso Eucarístico de 1952, la construcción del Camp Nou y las eternas obras de las plazas de Lesseps y de las Glòries.
La lista de cambios urbanísticos que detalla el libroBarcelona. Memòria des del cel (1927-1975), reeditado por Lunweerg, es larga y repleta de curiosidades, con la peculiaridad de que Manel Guàrdia, su autor, los cuenta a partir de valiosas tomas cenitales en blanco y negro de los primeros 50 años de fotografías aéreas. Las primeras datan de 1888, aunque no fue hasta 1927 cuando las vistas desde el cielo se dieron a conocer coincidiendo con los inicios de la aviación. Esas fotos no tardaron en convertirse en una herramienta imprescindible para la confección de mapas urbanísticos y también para fines militares.
A partir de 1947, las tomas cenitales se multiplican, reflejando con la exactitud de un reloj suizo la transformación de Barcelona. «La perspectiva aérea sitúa en su contexto los detalles que a pie de calle pasan desapercibidos», considera Guàrdia, que es profesor de Història de l'Arquitectura i de la Ciutat a la Universitat Politècnica de Catalunya.
Barcelona, memòria des del cel es la segunda parte de un primer libro publicado hace 10 años, del que se agotaron todos los ejemplares. Esa primera edición incluía fotografías en color en las que se observaban los cambios acontecidos a raíz de la Barcelona olímpica. «Este nuevo libro es más científico. Documenta la multitud de transformaciones urbanísticas que se decidieron en la época del desarrollismo, sobre todo durante los años 50 y 60», compara el autor, que parte de un trabajo de investigación por los archivos de diarios de época, del Institut Cartogràfic, de los del Centre de Documentació Marítima y de los de las instituciones Arxiu Nacional de Catalunya y Arxiu Fotogràfic de la Ciutat.
Esas imágenes permiten apreciar la telaraña de cables telefónicos que en 1927 cruzaban las calles partiendo de la centralita de teléfonos situada en la calle de Avinyó, contemplar el mercado del Born en plena actividad de carga y descarga, la central térmica del Besòs, el polígono de la Mina y la apertura de la Diagonal con un Palau de Pedralbes rodeado de áreas asilvestradas. «El desaparecido restaurante Finisterre fue fundado en 1943 en la esquina de Villarroel con Diagonal y se llamó así porque en esa zona de Barcelona apenas había edificaciones. Era el fin del mundo», cuenta a modo de anécdota.
Oblicuas o verticales
Guàrdia precisa que las fotos aéreas pertenecen a dos grupos: las oblicuas, más atractivas, y las verticales, sistemáticas y exhaustivas, perfectas para la cartografía, aunque de entrada parecen abstractas. «Entre 1947 y los 50, la piel urbana de Barcelona mutó. No somos conscientes, pero en esa época había descampados en la calle de Tuset, la calle de Aribau no estaba abierta y los hijos del Eixample empezaban a poblar Sant Gervasi».
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